jueves, 12 de mayo de 2016

Indigestión.

Me da un poco de pudor escribir sobre la crónica de una muerte anunciada. Sobre todo porque, si la muerte es sólo un signo de que hubo vida, aquí no hubo existencia ni tampoco un deceso.
O quizás desde un inicio presentí la vida de una historia muerta, que afortunadamente nunca terminé de digerir.
Pero ahora quedé con reflujo... y ciertamente, náuseas.

¿O no?

De nuestros respectivos paraísos
mutuamente excluidos por decreto
del amor revertido en otro molde
Indiferencia tuya tras el gesto
de arrojarte en mis brazos como en
-tú lo dijiste- una película muda
   Me cogoteaste el corazón, vampira
y lo golpeo ahora con un combo
para darle otra forma que la tuya.

   O ¿no seguiste en eso por horror
al vacío que soy, verdad, paloma?


Enrique Lihn.