viernes, 16 de abril de 2010

Un texto de nadie


E
l único personaje es yo mismo: el payaso descomedido. Y ese único personaje, instalado sobre el alambre, debe hacer penitencia. Caer en la cuenta. Instalar su oscilación para instalar su caída. Proferir su discurso sobre “el molde abollado de una gramática ajada”. Proferir signos abollados: bollos. Mimar versos de golpe rapsódico en una noble línea coral. Suplicar su diaria ración de palabrería y recordar la perfidia radical del objeto: (no olvidar que la perfidia es eterna y temporal, la todavía permanente fragilidad del objeto). La broma dura sólo un instante: el instante de caer en cuenta: el instante de la caída.

Hay un algo que avanza, y eso que avanza es el lento y pesado avance de algo sobre algo que podría ser algo como un cuerpo sobre algo que podría ser algo como una alambre. Lo cierto es que algo avanza sobre algo y luego ese algo que avanzaba ya no está más: se fue sin pagar ni un centavo, dejando sólo aquello sobre lo cual avanzara.

Ese algo que ya no está más, se ha llevado algo de ese algo que se ha quedado y también a la inversa, es decir, que ese algo que se ha quedado, se ha quedado con algo de ese algo que ya no está más. Lo cierto, otra vez, es que ese algo que aquí estuvo vino a corregir la bajada, llamándola “caída”. Y ahora se va publicando, apenas, su impublicable salto en el vacío.

Mientras esto que fue escrito antes es representado ahora que iba a ser después que iba a ser ahora y que ahora ya no es. Mientras esto que fue escrito por alguien, alguna vez, es representado también ahora o después por alguien que puede ser el mismo que lo escribió u otro cualquiera o no ser representado por nadie.

El único personaje es yo mismo: la pobre palabreja convertida en sujeto por obra y gracia de sí misma. Destruyendo en sí misma su gracia de sujeto. Destruyéndose palabra por palabra en la palabra. Yéndose cortada por el alambre cortado. Yéndose de sí misma hacia el vacío de sí misma. (Descerco de la lengua hasta llegar al silencio sobre la cuerda floja y cantar y repetir -en silencio- una vez más, otra vez la misma canción:

Ninguna frase, ninguna coma
ningún texto, ningún autor
ningún delito, ningún rencor
ninguna, ninguna canción de amor.

Si alguna vez hubo alguno
que pretendió ser autor
ya nadie recuerda su nombre
y menos la canción que no escribió.

Y aunque todo parezca una broma
es que quizás ya está muerto
o realmente nunca existió.



"Un texto de nadie" (fragmentos)
Juan Luis Martínez.


No hay comentarios:

Publicar un comentario