Me da un poco de pudor escribir sobre la crónica de una muerte anunciada. Sobre todo porque, si la muerte es sólo un signo de que hubo vida, aquí no hubo existencia ni tampoco un deceso.
O quizás desde un inicio presentí la vida de una historia muerta, que afortunadamente nunca terminé de digerir.
Pero ahora quedé con reflujo... y ciertamente, náuseas.
jueves, 12 de mayo de 2016
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